Te sueño entre las sombras
del tiempo que me mira
desde lo alto del monte,
desde el profundo abismo
que nos maltrata.
Te sueño entre la niebla
que cubre el valle oscuro
y envuelve en el recuerdo
este profundo anhelo
que me arrebata.
Y veré tu sonrisa
más allá de mi sueño,
después del horizonte,
detrás de las fronteras
que nos separan.
Y cuando nos veamos
no nos demos las manos
ni rocemos los labios
y hagamos el amor
con la mirada.
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| Dos mujeres y un hombre F. de Goya y Lucientes |
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Y nace con el día mi temor,
acecha cada noche cobardía
de un día y otro día aterrador
que noche a noche aguarda el negro día.
Tengo embozado el gesto y el dolor,
se pierde en el recuerdo mi alegría.
¿Cuántas distancias hemos de salvar?
¿Cuánto tiempo nos queda por pasar?
¿Y qué después de labios escondidos
y de ocultas sonrisas ya olvidadas?
¿Y qué después de sueños ya perdidos
en las oscuras, crueles alboradas?
¿Aún podré posar mis coloridos
besos en sus mejillas sonrosadas?
Enorme incertidumbre me tortura
que amenaza mi vida, mi cordura.
Pseudónimo: Axe Crasos
Tan feroz como cobarde,
de esas tus fauces terribles
y de tus manos temibles
tu prole toda se guarde.
Nadie compasión aguarde,
nadie espere tu clemencia.
Por cambiar la providencia,
de tu sino, temeroso,
oh, Saturno poderoso,
devoras tu descendencia.
Pero está escrito el camino:
Tú reinarás destronado
sobre la mies y el arado,
ineludible destino.
No es ya tu reino divino
que es reinado terrenal.
Llegó el momento fatal
y al poderoso Neptuno
sus hermanos, de uno en uno,
devolverás al final.
trece sangres coloradas,
trece grandes corazones
sangran sus sangres moradas.
Trece recuerdos de lucha,
trece olvidadas matanzas,
trece dolores gritaron
voces de rotas gargantas.
Trece fueron las cautivas,
trece las ajusticiadas,
trece perdieron la vida
por no rendir sus miradas.
Trece verdugos cobardes,
trece sus armas izaban,
trece fusiles odiosos
a sus ojos apuntaban.
Trece rosas encendidas,
trece flores encarnadas,
trece razones recuerdan
guerras aún no ganadas.
Nace en tu rueca mi vida,
hilandera del destino,
con ella escribes mi sino,
con ella empiezas mi herida.
Entregas mi hebra torcida
a tus cómplices hermanas;
una cuenta mis mañanas
y la otra mi tiempo corta.
Sois, Nona, Décima y Morta,
tres implacables ancianas.
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| Dos viejos comiendo sopa. Francisco de Goya. |
Jamás contemplas repleto
el saco de tu codicia,
nada sacia tu avaricia,
nunca el cofre ves completo.
Mueles el manjar, inquieto,
en tu boca desdentada
y nerviosa la quijada
desencaja el rostro viejo,
solo queda ya pellejo
en tu faz desfigurada.
Cercano, el fin te persigue
y aunque zafarte quisieras
es hora de que te mueras,
que en ti la luz se mitigue.
Por más que tu ser mendigue,
así al cielo y al infierno,
nada en el mundo es eterno.
Deja pues de codiciar,
nada te vas a llevar
ni a la gloria ni al averno.
