y una limosna,
grave, una mano implora.
Alguien triste que llora
se desespera.
Unos viejos cartones
sobre la acera
y unos cuantos jirones
son cama austera.
Todos esos mirones
que van pasando
lo miran de reojo
refunfuñando:
¡Hay que ver, señor mío!
¡Qué suciedad!
¡Llena está de mendigos
esta ciudad!
Y no ven la tristeza
que al hombre embarga,
pues no ven su pobreza
ni les amarga.
De "Poemas do Piteira (I)"
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