Es la vida una ilusión
como dijo Segismundo
en aquel dolor profundo
de su oscura y cruel prisión.
Es la vida tentación
y una copa sin beber;
y es que al tiempo de nacer
nace también el camino
como la copa de vino
servida para sorber.
Y al mundo se abren los ojos,
y al pecho el primer aliento
se allega con sufrimiento,
llanto, dolor y sonrojos.
Y buscan los labios rojos,
con ansiedad desmedida,
la fértil fuente de vida
y su néctar prodigioso.
El primer sorbo, sabroso...
La copa ya está servida.
Y así comienza la historia,
así comienza este cuento,
cada cual en su momento,
cada quien con su memoria.
Rueda que rueda la noria,
pez que se muerde la cola,
ora en la cresta de la ola,
ora en el inmenso abismo,
el cuento siempre es el mismo,
gira que gira la bola.
Y así este camino andamos,
una mano y otra mano,
el gigante y el enano
y al mismo tiempo llegamos.
Y de alegrías lloramos,
y de tristezas vivimos.
De sonreír nos morimos
tropezando y tropezando
y nos vamos enterrando
en la miseria que fuimos.
No me sirvieron los años
ni la vida que viví,
no soy mejor ni aprendí
a descubrir sus engaños.
Y me parecen extraños
los amigos que conté.
A algunos ya los lloré
y otros se fueron marchando,
se fueron difuminando
en mi memoria y mi fe.
Y yo aquí sigo, aquí sigo
queriendo vivir un sueño,
de la vida un pedigüeño
cobijándome a tu abrigo.
Y es que quiero estar contigo,
que mi sueño no te olvida,
y vivir en mí tu vida
sabiendo que estás ahí,
porque mi vida sin ti
es de Segismundo vida.
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