Paseando el dolor,
olores, colores.
Verde que surge
entre el polvo.
Duele, amarga, gime el viento
en la cara.
Y luego, espanto, papeles
que viajan a lomos del miedo.
No vengas a llamarme,
no grites mi nombre ahora.
Vuélvete al olvido y pasa,
pasa, pasa de largo.
Pero no, tú persistes en la herida del recuerdo viejo.
Y te quedas, no te vas en la nube vieja.
Olvidada.
Muere lejos del dolor ausente,
¡muere!
Que fuimos dos los despechados,
los tiranos muertos del atardecer.
Viaja el dolor entre amapolas
en el ocaso, hacia el ocaso.
¡Déjame olvidarte!
¡No grites más mi nombre ahora!
Muera la tarde aquella en el olvido.
¡Muera!
Y luego…luego ¿qué?!
El rugido de tu voz atronadora
suena en las sienes,
y no queda nada.
Sólo el olvido recordado a veces,
como ahora, como siempre,
como la tarde decadente y roja.
¡Luego qué!?
Amargo despacho de papeles impasibles,
viejos ya, viejos, viejos.
Vivos, hirientes todavía, verdugos,
verdugos del tiempo que nos queda.
Verdugos viejos.
Y así el dolor pasea,
pasea los senderos de un jardín de otoño,
del ocaso viejo,
de un cielo viejo.
Viejo y gris, el cielo.
Y el dolor pasea, pasea.
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A dor pasea. Pero pasa. Tamén pasa.
ResponderEliminarSempre me sorprendes con algo e gústame.
Un biquiño.
¡Hay Xosé! El alm se queda cantando canciones de melancolía..... Tristes versos pero hermoso poema, un abrazo, Chelo, alba,Consuelo.....
ResponderEliminarun gusto visitarte amigo.
ResponderEliminarAbrazos desde mendoza.
Necesito tomar un té, con el autor del poema.
ResponderEliminarMuchas gracias a todos, sois muy amables.
ResponderEliminar¡Ah, M.cAndrés! Espero poder tomar pronto ese té, pero Anna dice que ella prefiere el café con leche...